Paraguay

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Atardecer en Sanber

martes, 23 de septiembre de 2008

SABIDURÍA ECLÉCTICA

La vida es un ensayo. Es sólo un ensayo. Si hubiera sido una vida de verdad habríamos recibido
más instrucciones con explicaciones acerca de adonde ir y qué hacer. Hallado en una cartelera Trato hecho
Cuando Marita tenía trece años, estaban de moda las remeras desteñidas y los jeans gastados. Si bien yo había crecido durante la Depresión y sin dinero para ropa, nunca me había vestido pobremente. Un día, la vi a la orilla del camino frotando las costuras de los jeans contra el polvo y las piedras. Me dio mucha rabia que arruinara esos pantalones que acababa de comprarle y fui a
decírselo. Mientras yo representaba mi telenovela de la privación infantil, ella seguía frotando. Al terminar, sin haber provocado en ella ninguna lágrima de arrepenti-
miento, le pregunté por qué estropeaba sus jeans nuevos.
—No se pueden usar nuevos —me respondió sin
levantar la vista.
—¿Por qué no?
—Porque no, por eso los arruino para que parezcan
viejos. —¡Qué falta total de lógica! ¿Cómo podía estar de
moda arruinar ropa nueva?
Todas las mañanas, cuando salía para el colegio, la miraba y suspiraba: "Mi hija con semejante aspecto". Y ahí estaba, de pie, con una remera vieja del padre, desteñida, con grandes tiras y manchas azules. Para trapo, pensaba. Y esos jeans tan ajustados que me daba la
sensación de que si respiraba hondo reventarían atrás. ¿Pero cómo iban a soltarse? Le quedaban tan ajustados que no se podían mover. Los dobladillos deshilachados
con la ayuda de las piedras tenían flecos que se arras- traban cuando caminaba.
Un día, cuando ya se había ido al colegio, sentí que el Señor me llamaba la atención diciéndome:
—¿Te das cuenta de cuáles son las últimas palabras
que le dices a Manta todos los días?:
"Mi hija con semejante aspecto". Cuando llega al colegio y los amigas hablen de sus madres anticuadas que se quejan todo el tiempo, tendrá para aportar tus constantes comentarios.
¿Alguna vez miraste a las demás chicas de la secundaria? ¿Por qué no les echas un vistazo?
Ese día fui a buscarla y observé que muchas de las otras chicas lucían aún peor. En el camino de vuelta, mencioné que mi reacción con sus jeans había sido exagerada.
Le propuse un acuerdo:
—De aquí en más, puedes ponerte lo que quieras para ir al colegio y con tus amigos y no voy a fastidiarte.
—Va a ser un alivio.
—Pero cuando vengas conmigo a la iglesia, o a hacer
compras, o a visitar a mis amigos, me gustaría que te vis-
tieras con algo que sepas que me gusta sin tener que
decirte ni una palabra. Lo pensó.
—Significa noventa y cinco por ciento a tu modo y
cinco por ciento al mío —agregué—. ¿Qué te parece?
Una chispa se encendió en sus ojos al extender su
mano y estrechar la mía:
—¡Madre, trato hecho!
A partir de ese momento, empecé a despedirme de ella alegremente en la mañana y no la fastidié más con la ropa. Cuando salía conmigo, se vestía como
correspondía sin hacer escándalo.
¡Teníamos un trato!
Florence Littauer ( de: Chocolante caliente para el alma)

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